GH5: Aída, Fresita... ¡y una vaca llamada Antonia! Bienvenidos a la edición que lo tuvo TODO

 


Gran Hermano 5 fue ese cóctel perfecto de risas, villanos, ídolos pop y momentos que hoy aún recordamos como si hubieran pasado ayer. Una edición donde la casa se descubría poco a poco, como si estuviéramos en un scape room low cost, y donde cada nuevo habitante traía más juego que una consola con Game Shark.


No tenía grandes giros, ni ediciones deluxe, ni cámaras lentas cada 3 segundos. Solo necesitaba buen casting, buena bronca y una vaca que se coló en un baño. Literalmente.


Aída Nízar: La villana, la leyenda, la loba


Solo estuvo 11 días. Pero con eso le bastó a Aída Nízar para convertirse en la mayor villana de la historia de Gran Hermano. En serio, ni Voldemort tenía tanto poder en tan poco tiempo.


Era repipi, mandona, intensa y se le notaba el ansia por la cámara desde el día 1. Pero eso, amigas y amigos, es oro puro para el reality.

Aída no venía a jugar. Venía a pasar por encima de todos mientras gritaba sus valores por megáfono.


“No he venido a hacer amigos.”

Spoiler: lo consiguió.


Desde ahí, su carrera en televisión ha sido como un tren sin frenos lleno de egos y frases lapidarias. Yo, personalmente, la adoro. Porque cuando ella está en pantalla, pasan cosas. Y eso es lo que quiero de una villana: que descoloque, incomode y nos deje memes para tres generaciones.


Fresita: la justa ganadora... y la víctima de una vaca


Por el otro extremo, estaba Fresita, o como diría su madre: Nuria Yáñez.

Inocente, dulce, risueña, fan de Hello Kitty y con menos maldad que un Teletubbie después de una siesta.

Fue una ganadora justísima. Nos dio momentos tiernos, risas involuntarias y… el mejor momentazo animal de la historia de GH.


Durante una prueba, trajeron a la casa una vaca llamada Antonia (sí, la vaca tenía nombre de señora que trabaja en Hacienda).

Y claro, Nuria decidió ir al baño… pero en la cuadra, porque todo era muy rural.

Justo en ese instante, Antonia quiso entrar también, bloqueando la puerta.

¿Resultado? Fresita atrapada entre la vaca y la pared, en plena crisis de pánico bovina, gritando:


“¡Aídaaaa! ¡Aídaaaa! ¡Que me da miedooo, Aídaaaaa!”


Un momento de histeria, ternura, surrealismo y puro oro televisivo.

Desde entonces, ningún animal ha protagonizado mejor una escena en Guadalix.


GH5 también fue pionera en lo social.

Sin necesidad de slogans ni cuotas, el casting reflejaba un mundo real: diversidad racial, orígenes muy distintos y convivencias que, con sus luces y sombras, fueron auténticas.

Era la televisión de la verdad, sin filtros de Instagram.


Fresita se coronó reina de la edición con el 53,8% de los votos.

Una ganadora sin haters, querida por el público, y que nos enseñó que se puede ganar GH siendo tú misma, sin montar pollos, ni alianzas, ni peleas teatrales.


GH5 no fue una edición, fue una sitcom con libreto espontáneo.

Una de esas temporadas que se recuerdan por sus protagonistas, momentos y magia sin maquillaje.


Y sí, yo también sigo preguntándome si Antonia la vaca se acuerda de ese día.


El Confesionario de Juanfran.

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