Rocío se proclamó ganadora de Gran Hermano 20.
Y sí, hay que decirlo claro desde el principio: es una justa ganadora.
Probablemente la mejor dentro de una edición mediocre, atropellada y maltratada desde el primer día.
Y quizá ahí está la paradoja: Rocío no se merecía esta edición, pero esta edición sí necesitaba desesperadamente a alguien como Rocío para no terminar de hundirse del todo.
Rocío, la ganadora que sostuvo lo poco que quedaba en pie
El concurso de Rocío ha sido el de una concursante auténtica, sin artificios, sin personaje prefabricado y sin miedo a mostrarse tal cual es.
Ha sido impulsiva, graciosa, intensa, a veces excesiva y otras profundamente tierna.
De esas concursantes que generan amor y odio fuera de la casa, pero que nunca dejan indiferente. Y eso, en GH, es oro puro.
Mientras otros navegaban entre la indiferencia o el oportunismo tardío, Rocío fue coherente consigo misma. No siempre acertó, pero siempre fue real. Y en una edición donde el montaje, los tiempos y las decisiones editoriales parecían empeñados en diluir cualquier narrativa, ella consiguió destacar sin necesidad de que la fabricaran.
Ganó porque fue la más completa.
Ganó porque fue ella.
Y ganó, también, porque representó algo que esta edición olvidó demasiado pronto: la esencia de Gran Hermano.
Dos ciclos que se cierran con su victoria
La victoria de Rocío no es solo un nombre en una lista. Es simbólica. Muy simbólica.
Por un lado, se cierra un círculo casi poético:
GH1, donde empezó todo, lo ganó un gaditano.
GH20, el que apunta a ser el último Gran Hermano de anónimos durante bastantes años, lo gana una gaditana.
Inicio y final unidos por Cádiz. Mi tierra.
Por la naturalidad, la gracia sin filtros y el carácter que nunca se disfraza.
Si esto tenía que acabar, al menos lo ha hecho con cierta coherencia emocional.
Por otro lado, su victoria deja un dato histórico que merece mención:
tras 25 años de Gran Hermano España, el palmarés queda completamente igualado.
Diez ganadoras y diez ganadores en GH anónimos.
Un equilibrio perfecto que llega justo cuando el formato parece quedarse sin fuerzas.
Una final alargada, vacía y profundamente decepcionante
Y ahora hablemos de la final.
Porque aquí es donde llega el enfado serio.
La gala mezcló la final con una especie de “gala de las emociones” descafeinada, con familiares entrando en la casa en plena noche decisiva. Una idea que, en otro contexto, podría haber funcionado… pero no así.
No en una final.
No cuando llevas una edición exprés.
No cuando el público está esperando cierres, no relleno.
El resultado fue devastador:
las clasificaciones se retrasaron hasta pasada la medianoche, tras casi dos horas de puro relleno sin emoción real.
Dos horas que se hicieron eternas.
Y aquí es imposible no acordarse de aquellos Gran Hermano de verdad, los grandes GH.
Cuando en la final solo quedaban tres concursantes.
Cuando el tercer finalista ya estaba fuera antes de las 22:30.
Cuando antes de las 23:30 ya conocíamos al ganador.
Cuando había tiempo para entrevistas, para despedidas, para que el ganador respirara la casa por última vez.
Sabían medir los tiempos.
Sabían construir emoción.
Sabían cerrar historias.
La despedida que nunca llegó
En GH20 no hubo nada de eso.
Ni despedida del Súper reconociendo errores.
Ni emoción real en la recta final.
Ni proclamación del ganador dentro de la casa.
Ni la mítica soledad del ganador, ese momento sagrado en el que el vencedor se queda solo, despidiéndose de un lugar que le ha cambiado la vida.
Nada.
¿Por qué iban a dárselo a GH20?
¿Por qué dignificar un formato que ellos mismos han tratado como un estorbo?
La ganadora fue la última en salir, sí, pero sin ritual, sin pausa, sin respeto.
Como todo en esta edición: rápido, atropellado y sin alma.
Un final amargo para un formato que merecía más
Rocío ganó.
Y se lo merece.
Pero la sensación que queda es amarga.
No por ella, sino por lo que rodeó su victoria.
Por cómo una cadena y una productora han sido incapaces de cerrar con dignidad el formato que más les dio.
Por cómo han preferido rellenar minutos antes que emocionar.
Por cómo han olvidado que Gran Hermano no es solo audiencia: es historia de la televisión.
GH20 no pasará a la historia por su final.
Pasará por ser el ejemplo de cómo no se debe despedir a un gigante.
Y eso, para los que crecimos con este programa, duele más que cualquier mal dato de audiencia.
Rocío ya es historia.
El formato… quién sabe si volverá a serlo algún día.
El Confesionario de Juanfran.
Me ha encantado, muy bien explicado, mi ganadora desde el primer día Rocío gracias bonita 👍🏻👏🏻👏🏻🥰
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