GH20: El adiós atropellado de un gigante que se quedó sin alma
No es fácil escribir esto sin sentir un nudo en la garganta.
Gran Hermano no es solo un reality show: es una marca, un icono de la televisión española, un fenómeno sociocultural que marcó generaciones. Sin embargo, la edición número 20 pasará a la historia no por su legado sino por su agonía televisiva. No por lo que ofreció, sino por lo que destruyó en su propio nombre.
Y sí: lo que hemos visto esta temporada ha sido una agonía acelerada.
Un formato maltratado desde el día uno
GH20 empezó envuelta en expectativas moderadas, pero con la promesa de recuperar parte de ese espíritu clásico que todos recordábamos con cariño. Pero, poco a poco, la sensación fue la misma que tiene un fan viendo cómo su banda favorita graba un disco sin inspiración:
esto no está siendo GH.
La edición ha sido récord de corta: apenas 42 días de programa antes de adelantar final y acelerar expulsiones como si se tratara de liquidar stock. El resultado, además, fue una audiencia paupérrima, con cuotas históricamente bajas que reflejan el desinterés y cansancio del público.
Y todo ello en una cadena que depende de contenidos bandera para competir y que, en su lugar, ha decidido sacrificar el formato que más cariño ha tenido.
Errores que duelen más de lo que deberían
Este desaguisado no es culpa de un solo detalle: es la suma de errores estratégicos que deberían avergonzar a quienes toman decisiones:
🟥 Casting sin chispa
Uno de los pilares de GH siempre fue la mezcla de personalidades que crean dinámicas intensas, imprevisibles y memorables. Aquí ha faltado esa magia espontánea.
Los perfiles han sido planos o diseñados para provocar más cliché que interés real. A lo que me refiero es que no ha habido ningún perfil con el que puedas llegar a conectar al 100%, como fue Maica el año pasado, Sofía Suescun, Paula "muero de amor"...
🟥 Edición acelerada hasta la náusea
Las expulsiones masivas, las gala exprés y la reducida duración no permiten que las historias respiren. No hay tiempo para que nada cuaje, y al final el espectador no crea conexiones reales con nadie.
🟥 Narrativa inconsistente
Momentos que deberían tener impacto emocional se quedan en anécdotas dispersas, porque la construcción del relato se hace sin rumbo claro.
🟥 Trato del programa como un producto descartable
Una edición que fue acelerada, recortada, recauchutada… todo menos respetada como franquicia televisiva de prestigio.
Los 4 finalistas: quiénes son y qué han dejado en GH20
A pesar de todo, cuatro personas han llegado hasta aquí. Cuatro con distintos recorridos, historias e implicaciones en el relato de esta edición. Analicémoslos uno por uno.
Rocío – La voz auténtica de una edición perdida
Rocío es, sin duda, una de las grandes sorpresas positivas de esta temporada.
Ha sido una de las concursantes más auténticas y espontáneas: sin filtros, sin poses prefabricadas, simplemente siendo ella misma.
Esa autenticidad la ha hecho querida y criticada a partes iguales fuera de la casa, pero precisamente eso la convierte en una de las concursantes que más ha dado a GH20: emociones reales, reacciones genuinas y momentos memorables.
Desde el principio, ha mostrado una personalidad vibrante con humor, corazón y una energía cercana que el espectador podía sentir como propia. Esa manera de ser ha marcado una diferencia en una edición que, por lo demás, ha carecido de la profundidad emocional que siempre fue distintiva de GH.
Es casi poético pensar que si GH tuviera un principio y un fin simbólico…
el primero lo marcó un gaditano, y si Rocío gana, la última imagen de GH20 sería una gaditana levantando la victoria.
Raúl – El villano sin filo
Raúl ha vivido una evolución curiosa en esta edición.
Al principio pasó más desapercibido; sin embargo, hacia el final decidió adoptar el papel de “el malo”, el que iba a plantar cara, provocar y generar conflicto.
El problema es que el resultado no ha sido memorable. Un villano sin filo, sin arcadas emocionales potentes, sin esa intensidad que haga a la audiencia sentir algo más que indiferencia.
Convertirse en un antagonista interesante requiere mucha más sustancia que intentar forzar confrontaciones: requiere historia, matices, profundidad… y eso simplemente no ha sucedido.
Al final, lo que queda de Raúl es la sensación de alguien que quiso ser villano pero nunca consiguió ser relevante en serio.









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