Primeros días de convivencia en GH20: un casting vivo, conflictos y mucha tela que cortar

 


Los primeros días de convivencia en Gran Hermano 20 ya nos han dejado claro que esta edición viene con vida. Vida real. Vida que estalla, que desborda y que se nota en cada conversación, cada roce, cada entrada en bucle y cada desliz. Y eso, sinceramente, es lo que yo quiero ver en un GH. Que los concursantes se muestren. Que la casa respire. Que pasen cosas. Y en apenas 72 horas han pasado muchas.

De entrada, el casting me está gustando más de lo que esperaba. Casi todos han tenido su minuto de foco —unos por caos, otros por energía, otros por conflicto y otros porque simplemente caen bien—, pero cada uno, a su manera, ya ha dejado una primera impresión. Y eso, para un arranque de edición, es de agradecer. Estamos muy acostumbrados a castings donde la mitad se pierde en las sombras los primeros días… pero aquí no. Aquí, incluso los silenciosos, están generando tema.


Y luego está ella. Aroa. La absoluta protagonista del arranque.

Aroa es de esos perfiles que a mí me encantan pero que sé que al público general le chirrían. No es la concursante perfecta, para nada. Es un desastre adorable. Mete la pata 17 veces al día, sobreactúa, habla con las cámaras todo el rato como si GH fuera su canal de Twitch, es monotemática hasta el extremo y vive cada mini drama como si fuera el apocalipsis. Y aun así, qué delicia verla. Es una concursante imperfecta, sí, pero qué gozada de imperfección. Creo realmente que ella es así, quizá subida de revoluciones, pero genuina. Un poco loca, sí, ¿y qué? Prefiero mil veces a alguien así que a un mueble que solo respira.

Para mí, Aroa es favorita por ahora, aunque lleve tatuado en la frente el “posible primera expulsada”. Cosas que pasan en GH: cuanto más interesante eres, más riesgo corres.

Su conflicto con Jonay ha marcado gran parte de estas primeras horas, y sinceramente, creo que en ese choque ella llevaba razón. Jonay es ese concursante sibilino que funciona muy bien en GH: te suelta la puyita, se hace el inocente y, si consigue que tú explotes y quedes de mala, pues bingo. No es un mal concursante, al contrario: este tipo de perfiles son gasolina pura para prender a los de mecha corta. Y Aroa tiene mecha de petardo de feria.

En tres días ya hemos tenido roces, gritos, tensiones, reconciliaciones y silencios cargados. Me da igual la audiencia del estreno: esto es Gran Hermano, y yo lo estoy disfrutando.

Patricia y Aroa tienen puntos en común: intensidad, nervio, tendencia al drama y cierta locura simpática. La diferencia está en la edad y la experiencia, que hacen que Patricia se controle más y mida mejor sus impulsos. Pero ojo: yo estoy convencido de que a lo largo de la edición nos va a regalar momentazos. Esa mujer tiene chispa guardada.

Paula, por su parte, es el perfil que pensé que menos me iba a interesar. Una católica casi monja… lo típico que te esperas que vaya a rezar por las esquinas en silencio. Y sí, reza, pero también se moja. Opina, interviene, se posiciona. Y eso es clave en GH. A mí que Dios la bendiga, pero que no deje de meterse en faena.

Luego está Rocío, a la que injustamente han metido en ese “Oasis” que nadie ha entendido todavía. Pero incluso ahí, Rocío es pura esencia GH. Natural, graciosa, con energía, de esas que te recuerdan a los concursantes de antes, de cuando Gran Hermano era Gran Hermano. Tiene algo en la mirada y en la forma de decir las cosas que te saca una sonrisa sin darte cuenta. Me encanta verla.

Belén y Edurne están todavía en proceso de “a ver por dónde salen”, pero poco a poco me van ganando. Son de esos perfiles que no destacan en lo explosivo, sino en lo constante. Creo que a la larga pueden dar mucha plancha —como diría la gran Carolina Sobe— y eso siempre suma.

Joon y Cristian siguen fieles a lo que vimos en Uno de GH20: Cristian es un podcast andante, habla, habla y habla, pero oye, entretiene. Y Joon… pues Joon es un mueble, pero de diseño, porque fuera tiene legiones de fans. Yo no lo entiendo, lo siento. A mí me aburren este tipo de perfiles que juegan a ser impecables, pero algo le verá la gente.

El resto del casting sigue en observación intensiva: necesito más convivencia, más roce y más días para formarme una opinión sólida. Pero hay algo que sí puedo decir desde ya: por muchos fallos y torpezas que haya tenido la edición en su lanzamiento, el casting pinta memorable. Hay variedad, hay carácter, hay energía y hay ingredientes suficientes para que GH20 sea una edición grande.

Y eso, cuando hablamos de Gran Hermano, es media victoria.


El Confesionario de Juanfran.

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