GH20 – Gala 3: El hundimiento silencioso de un gigante que nadie parece querer salvar

 


La gala 3 de Gran Hermano 20 llega en un momento crítico. El formato, que en su día fue el mayor fenómeno televisivo de España, atraviesa una etapa que no se puede describir de otra manera: agonía pura y dura. No hablo de desgaste natural ni de competencia feroz, hablo de una dejadez estructural, de un proyecto que parece haberse quedado sin dirección, sin alma y sin intención real de mejorar.

Y antes de analizar lo que ocurrió dentro de la casa, es necesario detenernos en lo que sucede fuera, porque el estado actual de Gran Hermano no se entiende sin mirar hacia la productora y la cadena.



La muerte anunciada del formato: un problema que ya no se disimula

Los datos de audiencia no dan tregua, pero sería demasiado simplista culpar únicamente a los números. El dato es un síntoma, no la enfermedad. La verdadera raíz del problema es que Zeppelin ha perdido completamente el pulso del programa. Ya no saben construir una gala que genere emoción, que atrape, que dé ritmo y que construya una narrativa coherente.

La esencia de Gran Hermano —esa capacidad de convertir lo cotidiano en fascinante, de dar forma televisiva a una convivencia real— se ha evaporado. Y lo más duro es que parece que nadie dentro del equipo lucha por recuperarla.

Como espectador que lleva media vida defendiendo el formato, me siento decepcionado, cabreado y profundamente desmotivado. Para mí Gran Hermano no es un reality más: es EL reality. Es un modo de entender la televisión. Y esta versión 2025 no se parece ni remotamente a aquello que convirtió GH en un mito.

No estoy viendo Gran Hermano. No estoy viendo a mi programa.



Un casting cargado de posibilidades y un programa incapaz de aprovecharlo

Lo que resulta aún más frustrante es que dentro de la casa hay contenido de sobra. Hay perfiles, hay conflictos, hay historias, hay química, hay dudas, hay discusiones y hay relaciones. Hay muchísimo material.

El problema es que ese material no está en manos de un equipo capaz de convertirlo en televisión.

La trama Aquilino – Paula: realidad o estrategia bien estudiada

Aquilino ha declarado que Paula le gusta. Yo no me lo creo. Su actitud parece demasiado medida, demasiado estratégica, demasiado enfocada en construir un personaje que pueda generar opinión.

Paula, por su parte, sí demuestra autenticidad, naturalidad y frescura, pero la han tenido una semana secuestrada en una pajarera inútil, un invento de guionistas que parece diseñado para restar, no para sumar. Una "pajarera de los horrores" que solo ha servido para desconectar al espectador de una concursante que podría haber aportado muchísimo más.

La han devuelto a casa, sí, pero una semana perdida en GH es un mundo, y eso se nota.

Edurne e Íñigo: la historia más viva del 24h que la gala es incapaz de contar

El romance —o lo que sea— entre Edurne e Íñigo ha sido uno de los temas centrales en el 24 horas. Una historia llena de matices, miradas, pulsos emocionales, dudas reales y momentos de verdad. Lo que debería ser una trama central, casi un eje narrativo de la edición.

Pero, ¿qué hace la gala con eso? Nada.

O peor aún: lo mutila, lo fragmenta y lo convierte en una secuencia inconexa que no transmite lo que realmente ocurre.

Edurne sigue siendo una de las concursantes más potentes de esta edición. Comete errores, se contradice, se deja llevar por impulsos… pero eso es GH. Eso es lo que hace que un concursante sea interesante. Y ella, pese a sus meteduras de pata, tiene esencia de Gran Hermano. Mucha.

En cuanto a Íñigo, su papel en esta historia tiene capas, complejidades, miedos y vacíos. Pero para entenderlo hay que observarlos durante horas, no en un resumen donde no se les sigue el ritmo emocional.

Y encima, Telecinco ha decidido que ningún otro programa de la cadena hable de GH20, condenando al reality a la invisibilidad mediática. Sin apoyo transversal, no hay manera de construir fenómeno.



Aroa: del huracán inicial a un segundo plano impuesto

Aroa fue una explosión durante la primera semana. Una concursante que entendía perfectamente cómo construir contenido: naturalidad, carisma, humor, conflicto, energía… lo tenía todo.

Pero llegó el castigo absurdo.

Aroa fue enviada al Oasis en una “expulsión” innecesaria e injustificada, otro invento que compite con la pajarera por el premio al concepto más inútil del GH moderno. El programa apagó al huracán justo cuando más brillaba. Y ahora ha vuelto más comedida, más tranquila, más contenida. No apagada, pero sí moderada.

Cuando un concursante de oro pierde fuerza, casi siempre es porque el propio programa se la ha quitado. Y este es el ejemplo perfecto.



Las nominaciones: cuando la mecánica se convierte en un trámite sin alma

Las nominaciones de esta semana han sido un esperpento.
Sin tensión, sin emoción, sin sorpresa, sin coherencia. Una dinámica que parecía improvisada, fría y totalmente alejada de la esencia del formato.

Las nominaciones deben construir narrativa, generar conflicto, abrir nuevos frentes. Esta semana fueron casi un trámite burocrático.

Si desde dentro no se cuidan estos detalles, ¿cómo va a conectar el público?
¿Y luego se extrañan de la audiencia?

La expulsión de Diego: previsible sí, pero mal gestionada

Diego abandonó la casa en una expulsión previsible. Su aportación era mínima y la trama con su hermano fue un lastre que arrastró desde el primer día. Nada que discutir ahí.

Lo que sí hay que criticar, y con fuerza, es la gestión de su salida.

La expulsión se produjo tardísimo, a una hora en la que buena parte del público ya está dormido. El expulsado llegó al plató sin tiempo para nada. No tuvo apenas entrevista, no tuvo recorrido, no tuvo desarrollo.

Una de las partes más importantes de una gala de GH —el análisis del expulsado— se redujo a un trámite de minutos. Es incomprensible. Es torpe. Y transmite, una vez más, dejadez.

La sensación final es que no saben hacer televisión en directo, ni medir tiempos ni estructurar una gala.


GH20 tiene vida… pero quienes lo hacen lo están matando

Las tramas existen.
Los concursantes dan juego.
La convivencia tiene chicha.
El 24 horas sigue vivo.

El problema está en otro lado: en la mesa de edición, en la escaleta, en el diseño narrativo, en el guion, en el enfoque, en la intención.

Gran Hermano 20 no está fracasando porque el público no lo entienda.
Está fracasando porque el equipo que lo hace no entiende su propio formato.

Y si nadie toma medidas, si nadie replantea cómo se está haciendo el programa, si nadie vuelve a apostar por el ADN real de GH…

esta edición será recordada como el capítulo en el que un gigante murió sin que nadie hiciera nada por salvarlo.


Recuerda que puedes votar por tus concursantes favoritos y por quien quieres que abandone la casa en las encuestas del lateral izquierdo del blog.


El Confesionario de Juanfran.

Comentarios

Entradas populares