GH7: LA EDICIÓN QUE LO CAMBIÓ TODO (Y NOS DEJÓ SIN ALIENTO)
2005. En España aún nos creíamos modernos por usar Messenger y llevar politonos en el Nokia. Pero mientras medio país le daba al zumbido, Telecinco decidía revolucionar la fórmula de Gran Hermano con una edición que no se parecía a nada de lo anterior: Gran Hermano 7.
Lo que comenzó con concursantes entrando en ropa interior y sin saber ni sus nombres, terminó en una de las temporadas más estratégicas, cañeras y televisivamente memorables de la historia del formato. Si GH fuera una saga de películas, GH7 sería la entrega donde el director se vuelve loco y te dice “ahora vais a flipar”. Y vaya si flipamos.
Pepe Herrero, el rey maquiavélico de GuadalixPepe Herrero no solo ganó Gran Hermano 7. Inventó una forma nueva de jugar. Hasta entonces, los ganadores habían sido adorables, carismáticos o víctimas de las circunstancias. Pepe fue otra cosa: el estratega, el calculador, el que movía los hilos y sabía lo que hacía cada uno antes que el Súper.
El tío no solo jugaba, ¡dirigía el juego! Era como si le hubieran dado el manual secreto del reality antes de entrar. Con mirada penetrante, discurso pausado y arte para sembrar dudas en los demás, Pepe convirtió Guadalix en su tablero de ajedrez, y a sus compañeros, en peones. Bueno, peonas.
Pero no estaba solo. A su lado, como mano derecha y fiel escudero, estaba Dayron, otro concursante con temple, carisma y una lealtad a prueba de nominaciones. Ambos formaron un dúo temido, analítico y a veces inquebrantable. No era una amistad ñoña, era una alianza estratégica digna de un thriller político.
Y sí, Pepe gritaba. Cuando hacía falta, sacaba los dientes, subía la voz y sacaba lo peor de cada uno, no porque fuera un provocador, sino porque entendía que en GH también había que apretar donde dolía. Y eso, amigos, lo hacía como nadie.
Bea "la Marquesa" vs Inma: Combates en lencería verbal
Dos mujeres, una casa y muchas ganas de guerra dialéctica. Inma, la granadina que no se callaba ni debajo del agua, y Bea “la marquesa”, que hablaba como si tuviera linaje nobiliario y un castillo en propiedad, protagonizaron algunos de los mejores rifirrafes de la edición.
Cuando estas dos se cruzaban, saltaba la chispa. Sus discusiones no eran solo gritos: eran verdaderas batallas teatrales, con gestos, frases memorables y acusaciones que se recordaban gala tras gala. Una decía “yo no he dicho eso” y la otra “¡sí lo has dicho!”... y media España en el sofá con las palomitas.
Pero si hay una pelea que quedó para la historia fue la del tanga. En pleno ataque de furia, Inma agarró una prenda interior diminuta, se plantó delante de Bea y le soltó una frase que se grabó a fuego en la historia del reality:
“La elegancia la llevo yo, no tú, ¡vieja! Que eres una vieja amargada.”
Un momento glorioso, bizarro, exagerado y absolutamente Gran Hermano. Porque si alguien pensaba que la elegancia se demostraba con tacones y perlas… Inma vino a decir que también se puede demostrar con actitud y un tanga en la mano.
GH7 fue la edición donde los guionistas dijeron: "nos aburrimos, vamos a jugar fuerte". Para empezar, los concursantes entraron en ropa interior, literalmente. El programa les proporcionó lencería para que hicieran su entrada como si fuera un desfile de Victoria’s Secret en Cuenca. Un comienzo así ya presagiaba que nada sería normal.
Y no lo fue. Porque también vivimos uno de los engaños más deliciosos del reality: tres concursantes fueron supuestamente expulsadas... y terminaron viviendo tres noches en el confesionario. Como espías en su propio programa, escuchaban y observaban mientras el resto pensaba que ya estaban fuera. Una locura que hoy sería impensable, pero que entonces fue oro puro televisivo.
Y por si fuera poco, cada semana cambiaba la mecánica de nominación: un caos bendito que mantenía al espectador con la calculadora en la mano y a los concursantes con el culo torcido.
GH7 fue muchas cosas: polémico, divertido, cruel, brillante, injusto, adictivo… Pero sobre todo, fue el inicio de una nueva era. La del Gran Hermano que no solo quería que vieras cómo vivían los concursantes, sino cómo jugaban, manipulaban, planeaban y explotaban.
Y ahí estaba Pepe, claro. Dominando todo. Porque si GH7 fue una bomba, él fue quien encendió la mecha.
El Confesionario de Juanfran.
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