LEYENDAS DE GRAN HERMANO: Aída Nízar, la villana que nunca se apaga

 


Cuando hablamos de leyendas de Gran Hermano, no podemos dejar fuera a los villanos. Porque en la historia del reality no todo ha sido amor, lágrimas o risas, también hubo personajes que encendieron la mecha, que hicieron que la audiencia se levantara del sofá gritando "¡no la soporto!" y, al día siguiente, hablaran de ella en el trabajo, en el cole o en el bar. Y si hablamos de villanas, hay un nombre que sobresale por encima de todos: Aída Nízar. Una mujer que no sabe lo que es bajar la voz, que nunca se arruga y que convirtió cada aparición en televisión en un terremoto.


GH5: la tormenta entra en la casa


Aída apareció en Gran Hermano 5, y desde el primer minuto dejó claro que no estaba allí para pasar desapercibida. La casa de Guadalix siempre ha sido un termómetro de personalidades, pero cuando entró Aída, el mercurio se disparó. Sus enfrentamientos eran constantes, su manera de hablar tan vehemente como arrogante, y sobre todo, esa capacidad para generar tensión de la nada.


Yo siempre digo que hay concursantes que entran a GH a vivir la experiencia y otros que entran a jugar con el formato. Aída entró a reventarlo. No buscaba hacer amigos ni caer bien: buscaba protagonismo. Y ojo, eso tiene mucho mérito, porque gracias a perfiles como el suyo, GH5 se recuerda como una edición cargada de adrenalina y de momentos que no se olvidan.


Crónicas Marcianas: de estrella a estrellada


Tras su paso por GH, Aída encontró su lugar natural en televisión: los platós. Y si había un plató perfecto para ella en los 2000, ese era Crónicas Marcianas. Allí, con Sardà al frente, la polémica era el pan de cada noche. Y Aída, que es pura gasolina, encajó como anillo al dedo.

El problema de Aída es que no conoce límites, y en una de esas noches cruzó la línea roja. Todos recordamos aquel momento en el que, paseando entre el público, soltó la famosa frase: “Dios da a cada uno lo que se merece” mirando a un hombre con discapacidad. Una barbaridad que no se podía justificar ni maquillar. Y Sardà, que tampoco era precisamente un santo, tuvo que despedirla fulminantemente.

Aquí está mi opinión: Aída pecó de lo que siempre peca, no medir. Y eso en televisión puede ser oro o puede ser veneno. En este caso, fue veneno. Pero incluso en su peor momento, logró lo que muchos no consiguen ni con su mejor jugada: que todo el mundo hablara de ella.


Enemigos Íntimos: la gran bronca con Antonio David Flores


Pasado el huracán Crónicas, Aída reapareció en Enemigos Íntimos, otro de esos programas que se alimentaban de los enfrentamientos más sucios y personales. Y claro, allí ella brillaba. Una de las broncas más recordadas fue con Antonio David Flores, donde se dijeron de todo y la tensión era tal que parecía que iban a saltar chispas de verdad.


Aída nunca se ha callado ante nadie, y ese día lo volvió a demostrar. Plantarse ante alguien con tanto respaldo mediático como Antonio David y no achicarse es algo que pocos hacen. Y aunque muchos dirán que lo suyo es solo provocar, yo creo que lo que hacía Aída era ejercer un papel que la tele necesitaba: el de la villana que le pone las cosas difíciles al resto. Porque, seamos sinceros, sin conflicto no hay show.


Supervivientes 2011: Jorge Javier explotando

En 2011, Aída dio el salto a Supervivientes. Y claro, ¿qué pasa cuando metes a un personaje tan incendiario en un reality de convivencia extrema? Pues que lo que ya era tormenta, se convierte en huracán categoría cinco.

Su paso estuvo marcado por los enfrentamientos, pero sobre todo por un momento que todavía hoy resuena: aquel en el que Jorge Javier Vázquez la llamó “hija de puta” en directo tras una polémica con Ortega Cano, donde ella le preguntaba a Rosa Benito que donde quería ser enterrado Ortega, sabiando Aída (que había vuelto al reality hace poco) que el torero se encontraba hospitalizado muy grave tras haber sufrido un accidente de tráfico por ir borracho.

Aída es el tipo de concursante que hace que Supervivientes no sea solo hambre y pruebas, sino también puro espectáculo televisivo. Puede gustar más o menos, pero si no hubiera personajes así, Supervivientes sería un documental de supervivencia en la selva, no un reality que arrasa.


Sálvame reportera: el show dentro del show


Otro capítulo inolvidable fue su etapa como reportera de Sálvame. Y aquí voy a decirlo: fue una maravilla. Aída con un micro en mano y una cámara detrás era dinamita pura. Se iba a la calle, buscaba lío y lo encontraba siempre. No le temblaba el pulso en poner contra las cuerdas a cualquiera, ni le importaba quedar mal.


Ahí demostró que no solo era una buena concursante de realities, sino también una profesional del show televisivo. Porque no cualquiera vale para enfrentarse con esa actitud a la gente en la calle o a personajes del famoseo. Y sí, muchas veces daba vergüenza ajena, pero ese era justamente su fuerte: no tener vergüenza nunca.



GH VIP 5, Chile e Italia: villana internacional

Si pensábamos que Aída ya había dado todo, llegó GH VIP 5 y nos demostró que la villana seguía intacta. Con los años, hay concursantes que se apagan, que intentan suavizar su imagen para gustar más. Ella no. Volvió con la misma fuerza, con la misma soberbia y con la misma capacidad para polarizar a la audiencia.

Lo más curioso es que su personaje no solo funciona en España. En Chile y en Italia, donde participó en Grande Fratello VIP, fue exactamente lo mismo: polémica, enfrentamientos, titulares. Y aquí hay que reconocerle el mérito: pocos concursantes de GH han exportado su personaje fuera de nuestras fronteras y han seguido siendo tan mediáticos.


¿Por qué Aída Nízar es una leyenda?

Porque la televisión no se construye solo de héroes, también de villanos. Y Aída es, probablemente, la villana más grande que ha pisado Gran Hermano. No ganó ediciones, no buscó caer bien, ni falta que le hizo. Su triunfo es otro: haber quedado en la memoria colectiva como un personaje irrepetible.

Cuando hablamos de leyendas de GH, hablamos de gente que dejó huella. Y Aída, con todos sus excesos, con todas sus salidas de tono, la dejó y muy profunda. La tele ya no es lo que era, pero villanas como ella siguen siendo necesarias, porque sin alguien que remueva el avispero, todo sería aburrido.


Y tú, ¿la odiaste o la disfrutaste en silencio? Porque si algo tiene Aída Nízar es que, aunque digas que no la aguantas, siempre acabas viéndola. Y eso, amigos, es el verdadero poder de una leyenda.


El Confesionario de Juanfran.

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