Gran Hermano 20: cuando el final no lo dicta la audiencia, sino el abandono
Hay finales que llegan porque el público se va.
Y hay finales que llegan porque quienes deberían cuidar el formato deciden abandonarlo.
GH20 no es solo una edición fallida. Es el ejemplo perfecto de cómo un gigante televisivo puede ser reducido a la mínima expresión por una cadena y una productora incapaces —o directamente desinteresadas— de entender lo que tenían entre manos.
Este no es un texto escrito desde la rabia del fan enfadado. Es un texto escrito desde la tristeza del espectador que ha crecido con Gran Hermano y que ha visto cómo, edición a edición, se iba apagando una llama… hasta que en GH20 alguien decidió soplar definitivamente.
GH20: el cúmulo de errores que condenaron una edición antes de empezar
La historia del fracaso de GH20 no comienza el día que entraron los concursantes en la casa. Comienza meses antes, en decisiones estratégicas difíciles de justificar.
El primer error fue tan silencioso como letal: retrasar el estreno a noviembre. Gran Hermano siempre ha sido un formato de arranque fuerte, de inicio de temporada, de septiembre. Un programa que marcaba el ritmo del otoño televisivo, que generaba conversación desde el principio y que se convertía en rutina semanal.
Lanzarlo en noviembre fue condenarlo a llegar tarde. Sin ruido. Sin expectativa real. Sin tiempo para asentarse.
El segundo error fue directamente incomprensible: emitir GH20 al mismo tiempo que La isla de las tentaciones. Dos realities potentes, dos universos distintos, dos públicos que podían convivir… y la cadena decidió enfrentarlos entre sí, dentro de casa.
Una decisión suicida. Autodestructiva. Una forma perfecta de diluir audiencias, conversación social y atención mediática.
Pero lo peor vino después, cuando el programa ya estaba en emisión. La edición se volvió una carrera contra el reloj sin motivo aparente. Expulsiones múltiples. Gala tras gala sin tiempo para digerir nada. Historias que nacían y morían en cuestión de días. Concursantes que no llegaban a construirse como personajes.
GH siempre fue tiempo. Tiempo para convivir. Tiempo para odiar y amar. Tiempo para que el espectador tomara partido. En GH20, no hubo tiempo para nada.
A eso se sumó una edición errática, sin narrativa clara, sin una columna vertebral reconocible. Momentos importantes tratados como anécdotas. Conflictos sin desarrollo. Emociones sin pausa. Y la sensación constante de que alguien, desde arriba, solo quería una cosa: quitarse Gran Hermano de encima cuanto antes.
Gran Hermano: 25 años de televisión, de sociedad y de vida
Para entender por qué GH20 duele tanto, hay que entender lo que Gran Hermano ha sido durante 25 años. Gran Hermano no fue solo un reality. Fue un fenómeno social. Un experimento humano retransmitido en prime time. Un espejo incómodo en el que nos mirábamos como sociedad.
Con GH aprendimos a convivir con el diferente. A juzgar, sí, pero también a empatizar. A debatir en bares, en casas, en colegios, en trabajos. GH creó lenguaje. Creó iconos. Creó momentos que forman parte de la memoria colectiva de este país.
Y durante muchos años, lo hizo con respeto al formato. Por eso no es casualidad que el declive empezara cuando Mercedes Milá se fue. No porque fuera insustituible como presentadora —que lo era—, sino porque ella representaba algo más: la defensa del formato, la pasión, la mirada adulta, el respeto por la experiencia humana que se estaba mostrando.
Sin ella, Gran Hermano siguió. Tropezó. Cayó. Se levantó. Pero con GH20 ya no hubo intención de levantarse. Esto no ha sido una mala racha. Ha sido una renuncia.
Han tratado a Gran Hermano como un estorbo del pasado, como una reliquia incómoda, como algo que ya no merece cuidado. Y cuando un formato pierde el cariño de quienes lo producen, está condenado.
GH20 no es el final natural de un ciclo. Es una muerte por abandono.
El Confesionario de Juanfran: escribir desde el amor, incluso cuando duele
Y en medio de todo esto, ha estado este blog. El Confesionario de Juanfran no nació para aplaudir sin criterio. Nació para analizar, criticar, recordar y, sobre todo, amar Gran Hermano.
Durante esta edición habéis estado ahí: leyendo artículos largos, comentando con pasión, compartiendo reflexiones, discrepando con respeto (y a veces con ironía, como debe ser).
Este espacio ha sido un refugio para quienes sentíamos que GH20 no estaba a la altura de su legado. Un lugar donde se podía decir lo que muchos pensaban pero pocos escribían. Por eso, gracias a todos el blog no se cierra. Tiene futuro. Tiene ganas. Tiene ideas.
Pero ahora va a descansar. Porque a veces, cuando un formato al que amas termina de esta forma, también necesitas parar tú. Ordenar recuerdos. Dejar que la nostalgia se asiente.
Volveremos. En enero. Con otros temas. Con la misma mirada crítica. Con el mismo amor por la televisión bien hecha.
Gran Hermano se va. Pero quienes lo vivimos de verdad, sabemos que no se apaga del todo. Porque hay formatos que no son solo programas.
Son parte de nuestra historia.
Y esa, por mucho que la maltraten, no se puede borrar.
El Confesionario de Juanfran.





Comentarios
Publicar un comentario